RECORDANDO A LOS GRANDES - Sobre el buen gobierno
Mediante esta columna, intentaremos rememorar semanalmente las enseñanzas de los clásicos, que por ser tales, están siempre vigentes.
Extractos del Capítulo XLII de la Segunda Parte del
“Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”
-Mirad, amigo Sancho -respondió el duque-: yo no puedo dar perte del cielo a nadie, aunque no sea mayor que una uña; que a sólo Dios están reservadas esas mercedes y gracias. Lo que puedo dar os doy, que es una ínsula hecha y derecha, redonda y bien proporcionada, y sobremanera fértil y abundadosa, donde si vos os sabéis dar maña, podéis con las riquezas de la tierra granjear las del cielo.
-Ahora bien -repondió Sancho-, venga esa ínsula; que yo pugnaré por ser tal gobernador, que, a pesar de bellacos, me vaya al cielo...
-Si una vez lo probáis, Sancho -dijo el Duque-, comeros heis las manos tras el gobierno, por ser dulcísima cosa el mandar y ser obedecido...
-Señor -replicó Sancho-, yo imagino que es bueno mandar aunque más no sea a un hato de ganado.
-Con vos me entierren, Sancho, que sabéis de todo -respondió el duque-; y yo espero que seréis tal gobernador como vuestro juicio promete; y quédese esto aquí, y advertid que mañana en ese mesmo día habéis de ir al gobierno de la ínsula..., iréis vestido parte de letrado y parte de capitán , porque en la ínsula que os doy tanto son menester las armas como las letras, y las letras como las armas.
-Letras -respondió Sancho-, pocas tengo, porque aún no se el A, B, C; pero bástame tener el Cristus en la memoria para ser buen gobernador. De las armas manejaré las que me dieren, hasta caer, y Dios delante...
En esto llegó Don Quijote, y sabiendo lo que pasaba y la celeridad con que Sancho se había de partir a su gobierno, con licencia del Duque le tomó por la mano y se fué con él a su estancia, con intención de aconsejarle cómo se había de haber en su oficio. Entrados, pues, en su aposento, cerró tras sí la puerta, y hizo casi por fuerza que Sancho se sentase junto a él, y con reposada voz le dijo:
-Infinitas gracias doy al cielo, Sancho amigo, de que antes y primero que yo haya encontrado con alguna buena dicha, te haya salido a ti a recebir y a encontrar la buena ventura...Otros cohechan, importunan, solicitan, madrugan, ruegan, porfían, y no alcanzan a lo que pretenden; y llega otro, y sin saber cómo, ni cómo no, se halla con el cargo y oficio que otros muchos pretendieron...Tú, que...sin madrugar ni trasnochar , y sin hacer diligencia alguna...sin más te vees gobernador de una ínsula, como quien no dice nada. Todo esto digo Oh Sancho! Para que no atribuyas a tus merecimientos la merced recebida, sino que des gracias al cielo, que dispone suavemente las cosas, y después las darás a la grandeza que en sí encierra la profesión de la caballería andante. Dispuesto, pues, el corazón a creer lo que te he dicho, está oh hijo! Atento a este tu Catón, que quiere aconsejarte y ser norte y guía que te encamine y saque a seguro puerto deste mar proceloso donde vas a engolfarte; que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones.
Primeramente oh hijo! Has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada.
Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte...
...Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte, y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio. Innumerables son aquellos que de baja estirpe nacidos, han subido a la suma dignidad pontificia e imperatoria; y desta verdad te pudiera traer tantos ejemplos que te cansaran.
Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que los tienen príncipes y señores; porque la sangre se hereda, yla virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale...
...Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico.
Procura descurir la verdad por entre las promesas y las dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre.
Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.
Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva sino con el de la misericordia.
Cuando te sucediere juzgar por algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria, y ponlas en la verdad del caso.
No te ciegue la pasión propia en la causa ajena; que los yerros que en ella hicieres, las más veces serán sin remedio; y si le tuvieren, será a costa de tu crédito, y aún de tu hacienda.
Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera de espacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razónen su llanto y tu bondad en sus suspiros.
Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones.
Al culpado quje cayere debajo de tu juridición considérale hombre niserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente; porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia.
Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivrás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos la tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos. Esto que aquí te he dicho son documentos que han de adornar tu alma...
Miguel de Cervantes Saavedra
Cualquier semejanza con la realidad argentina, sería, verdaderamente, pura coincidencia.
-Si una vez lo probáis, Sancho -dijo el Duque-, comeros heis las manos tras el gobierno, por ser dulcísima cosa el mandar y ser obedecido...
-Señor -replicó Sancho-, yo imagino que es bueno mandar aunque más no sea a un hato de ganado.
-Con vos me entierren, Sancho, que sabéis de todo -respondió el duque-; y yo espero que seréis tal gobernador como vuestro juicio promete; y quédese esto aquí, y advertid que mañana en ese mesmo día habéis de ir al gobierno de la ínsula..., iréis vestido parte de letrado y parte de capitán , porque en la ínsula que os doy tanto son menester las armas como las letras, y las letras como las armas.
-Letras -respondió Sancho-, pocas tengo, porque aún no se el A, B, C; pero bástame tener el Cristus en la memoria para ser buen gobernador. De las armas manejaré las que me dieren, hasta caer, y Dios delante...
En esto llegó Don Quijote, y sabiendo lo que pasaba y la celeridad con que Sancho se había de partir a su gobierno, con licencia del Duque le tomó por la mano y se fué con él a su estancia, con intención de aconsejarle cómo se había de haber en su oficio. Entrados, pues, en su aposento, cerró tras sí la puerta, y hizo casi por fuerza que Sancho se sentase junto a él, y con reposada voz le dijo:
-Infinitas gracias doy al cielo, Sancho amigo, de que antes y primero que yo haya encontrado con alguna buena dicha, te haya salido a ti a recebir y a encontrar la buena ventura...Otros cohechan, importunan, solicitan, madrugan, ruegan, porfían, y no alcanzan a lo que pretenden; y llega otro, y sin saber cómo, ni cómo no, se halla con el cargo y oficio que otros muchos pretendieron...Tú, que...sin madrugar ni trasnochar , y sin hacer diligencia alguna...sin más te vees gobernador de una ínsula, como quien no dice nada. Todo esto digo Oh Sancho! Para que no atribuyas a tus merecimientos la merced recebida, sino que des gracias al cielo, que dispone suavemente las cosas, y después las darás a la grandeza que en sí encierra la profesión de la caballería andante. Dispuesto, pues, el corazón a creer lo que te he dicho, está oh hijo! Atento a este tu Catón, que quiere aconsejarte y ser norte y guía que te encamine y saque a seguro puerto deste mar proceloso donde vas a engolfarte; que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones.
Primeramente oh hijo! Has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada.
Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte...
...Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte, y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio. Innumerables son aquellos que de baja estirpe nacidos, han subido a la suma dignidad pontificia e imperatoria; y desta verdad te pudiera traer tantos ejemplos que te cansaran.
Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que los tienen príncipes y señores; porque la sangre se hereda, yla virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale...
...Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico.
Procura descurir la verdad por entre las promesas y las dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre.
Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.
Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva sino con el de la misericordia.
Cuando te sucediere juzgar por algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria, y ponlas en la verdad del caso.
No te ciegue la pasión propia en la causa ajena; que los yerros que en ella hicieres, las más veces serán sin remedio; y si le tuvieren, será a costa de tu crédito, y aún de tu hacienda.
Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera de espacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razónen su llanto y tu bondad en sus suspiros.
Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones.
Al culpado quje cayere debajo de tu juridición considérale hombre niserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente; porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia.
Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivrás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos la tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos. Esto que aquí te he dicho son documentos que han de adornar tu alma...
Miguel de Cervantes Saavedra
Cualquier semejanza con la realidad argentina, sería, verdaderamente, pura coincidencia.
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