EL ENEMIGO NO DESCANSA

CUATRO HORAS BASTARON PARA DECIDIR LA MUERTE; DIEZ NO ALCANZARON A LOS OBISPOS PARA DEFENDER LA VIDA
Cuatro horas fueron suficientes ayer, 22 de Agosto del 2006, para que la Suprema Corte de Justicia de Mendoza revocara la resolución de la Cámara de Apelaciones en lo Civil de la misma Provincia que había confirmado el amparo concedido al niño por nacer de una mujer que alega ser "discapacitada" y estar embarazada como fruto de una violación ("La Nación", 23 de Agosto del 2006, pags. 1 y 13).
Huelga decir que en ese brevísimo plazo es imposible que los jueces de la Corte hayan podido saber con certeza si la mujer es y sufrió realmente lo que dice, pero aunque lo supieran, nunca debieron retirar el amparo concedido al pobrecito que aguarda en el vientre de su madre nacer y seguir viviendo. Será exterminado vilmente por manos mercenarias instigadas por la abuela del "nasciturus", una tal Ana Rosa Gazzoli, que movió a la prensa -que se movió gustosamente- para lograr su nefasto objetivo.
Firmaron el fallo homicida la Dra. Aida Rosa Kemelmajer de Carlucci y Fernando Romano, jueces de esa Corte. Es curioso que la Dra. Carlucci -obviamente abortista- fuera considerada como una "gran jurista" y hasta fue candidata para ser nombrada miembro de la Corte Suprema Federal ofrecida como una buena alternativa a las dos abortistas nombradas finalmente por Kirchner.
Eso se supo ayer 22 de Agosto al mediodía por todas las radios y noticieros de TV.
En ese momento se enteraron los veinte Señores Obispos presididos por Monseñor Bergoglio que integran la Comisiòn Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina. Según informa "La Nación" de hoy citada arriba, la horrenda noticia "suscitó un prolongado intercambio de observaciones y preocupaciones" de los prelados.
Pero no suscitó lo que era de toda evidencia que debía suscitarles si realmente se oponen al aborto del pobrecito infante por nacer cuyo homicidio era inminente, vista la velocidad del fallo de la Corte mendocina y la ferocidad de la madre, de los abogados de la embarazada y la furia abortista del gobierno y de toda la izquierda, ampliamente ventilada por la prensa; no suscitó, digo, UNA CONMINACIÓN INMEDIATA de la Comisiòn Permanente del Episcopado, casualmente reunida en ese momento.
Ni cuatro horas ni diez horas fueron suficientes para que las "observaciones y preocupaciones" de los señores Obispos se tradujera en una indispensable declaración conminatoria y solemne. Esas diez horas era el tiempo que quedaba hasta el cierre de las ediciones de los matutinos y el tiempo que tardaría en armarse, probablemente, el equipo quirúrgico que el gobernador Cobos ofrecía poner a disposición de "quienes están atravesando esta dramática situaciòn". O sea, traducido a buen romance, Cobos un radical socio de Kirchner que se había dicho contrario al aborto, se desdijo de facto menos de 24 hs. después según se ve en la noticia citada ofreciendo el quirófano y los médicos que estuvieran dispuestos a cometer el espantoso homicidio. Así son los políticos de la "dirigencia" corrupta, inepta y malvada.
Esa Conminación de los Obispos no necesitaba tanta reflexión ni tantas "observaciones" porque es doctrina católica elemental.
Y me pregunto cual sería el motivo de las "preocupaciones" de los prelados. Obviamente no era el inminente peligro para la vida del niño, luego de la veloz e inicua sentencia, puesto que esas "precupaciones" se resolvían sólo actuando rápidamente en su defensa. ¿Sería el temor de ofender al gobierno contrariando las intenciones homicidas de esa banda de abortistas?
Digo que es doctrina elemental de la Iglesia porque el aborto está condenado en todos los tonos por la doctrina unánime de la Iglesia y, por si faltara algo, está penado con excomunión "ipso facto" en el Código de Derecho Canónico.
La Conminación urgente de los Obispos debía advertir a la abuela, a la embarazada si tiene lucidez (que me sospecho es el caso), a sus abogados, a los jueces de la Corte y a los médicos, a todos los que fueran partícipes necesarios del crimen de aborto sancionado por el canon 1398, que incurrirán en excomunión "latae sententiae", o sea, inmediata e "ipso facto", si cometen el repudiable atentado contra la vida del niño por nacer.
Además, debieron movilizar a los católicos de Mendoza para que monten guardia en los Hospitales en que pudiera ocurrir el hecho para que recen a Dios y supliquen a los médicos evitar el crimen, como lo hicieron los de la Provincia de Buenos Aires hace poco.
Y además, debieron ordenar que se tomen las medidas necesarias para bautizar al niño preventivamente antes de su destrucción intrauterina y, si llegara el feto a sobrevivir unos instantes, ser bautizado de inmediato. Con eso le aseguraban al pobrecito la felicidad eterna del Paraíso, en vez del limbo que es sólo una felicidad natural.
Los diarios de hoy no dicen que los Obipsos hayan hecho nada de esto. Luego, el niño carece de la defensa importantísima y tal vez decisiva que hubiera significado una gran publicidad de la buena doctrina, incluida la advertencia de la excomunión en que incurren todos los partícipes necesarios del aborto.
Tal vez en el momento en que escribo este artículo, el niño ya esté muerto. Si mi deseo de que fuera bautizado fuera suficiente para suplir su impotencia para pedirlo, y actuando como su padrino "ad hoc", ruego a Dios que sea tomado como un bautismo de deseo para el niño y que este vaya al cielo, inocente como es.
Cuatro horas fueron suficientes a los jueces de la Corte para dictar un fallo homicida y falso. Diez horas no bastaron a las "observaciones y preocupaciones" de los Obispos, encabezados por Monseñor Bergoglio, tan dicharachero y campechano, tan piadoso como lo he visto rezando el día de María Auxiliadora, "a solas" pero delante de una multitud admirada por su silenciosa devoción, no bastaron a los Obispos esas diez horas, digo, para publicar una indispensable Conminación salvadora.
El temor de Dios es el principio de la sabiduría. ¿Teme a Dios quien no cumple con sus elementales deberes de estado, sabiendo que Dios habrá de juzgarlo tanto más severamente cuanto más alto es su oficio? ¿Deberemos concluir que quien no teme a Dios no es sabio y, por lo tanto, no puede dirigir cosa alguna y menos aún una diócesis de almas? Que respondan los sabios. Yo temo a Dios, pero eso es sólo el comienzo de la sabiduría que, ciertamente, no he alcanzado y por eso no debo responder.
Cosme Beccar Varela
Etiquetas: ABORTO
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