NO PICNIC 2

Publicamos la segunda entrega de "Los aspectos religiosos de las Invasiones Inglesas".
Segunda invasión inglesa.
El 28 de junio de 1.807 desembarcaban los ingleses a sesenta kilómetros de Buenos Aires con un ejército de más de 10.000 hombres,estupendamente armados y entrenados. Pocos días después, los diferentes batallones organizados en el interregno de las dos incursiones inglesas al Plata, fueron convocados por las campanas del Cabildo, oportunidad que aprovechó Liniers para arengar a sus soldados exhortándoles a resguardar “los sagrados derechos de la Religión, del Rey y de la Patria”.
Entretanto, los cabildantes convinieron que “el medio adecuado para alcanzar la victoria era implorar la protección del divino auxilio, por la intercesión de nuestro glorioso patrón señor San Martín”.
Liniers concentraba sus tropas en la zona de la Chacarita, mientras que los ingleses lo hacían en los corrales de Miserere. El noble paladín de la reconquista mandaba un oficio al Cabildo en el que manifestaba que “la Providencia, que me ha salvado del inminente peligro en que estuve, tal vez me ha guardado para redimir segunda vez esta ciudad del riesgo que la amenaza”.
Sin embargo, el éxito de la defensa de Buenos Aires y de la consecuente derrota británica se debió al surgimiento de un líder natural de entre los vecinos de la ciudad agredida: Don Martín de Alzaga; quien adoptando la táctica inglesa utilizada en la primera invasión, ordenó que se colocaran tiradores en los techos, balcones y azoteas de la ciudad y que se armaran barricadas y se cavaran fosos defensivos.
La estrategia implementada dio la victoria a los porteños cuando las tropas de los “herejes” se adentraron por las calles del ejido urbano, convertidas en verdaderas “sendas de muerte”.
Nuevamente en esta ocasión los vecinos de toda clase, edad o condición dieron pruebas de lo que es capaz el arrojo criollo. Las distintas columnas inglesas fueron vencidas con cierta facilidad, quedando un reducto que ofrecía resistencia en el Convento de Santo Domingo, que fue saqueado y profanado por los invasores. Al cabo de dos horas y media de lucha los combatientes de su Majestad Británica capitularon sin condiciones.
El 28 de junio de 1.807 desembarcaban los ingleses a sesenta kilómetros de Buenos Aires con un ejército de más de 10.000 hombres,estupendamente armados y entrenados. Pocos días después, los diferentes batallones organizados en el interregno de las dos incursiones inglesas al Plata, fueron convocados por las campanas del Cabildo, oportunidad que aprovechó Liniers para arengar a sus soldados exhortándoles a resguardar “los sagrados derechos de la Religión, del Rey y de la Patria”.
Entretanto, los cabildantes convinieron que “el medio adecuado para alcanzar la victoria era implorar la protección del divino auxilio, por la intercesión de nuestro glorioso patrón señor San Martín”.
Liniers concentraba sus tropas en la zona de la Chacarita, mientras que los ingleses lo hacían en los corrales de Miserere. El noble paladín de la reconquista mandaba un oficio al Cabildo en el que manifestaba que “la Providencia, que me ha salvado del inminente peligro en que estuve, tal vez me ha guardado para redimir segunda vez esta ciudad del riesgo que la amenaza”.
Sin embargo, el éxito de la defensa de Buenos Aires y de la consecuente derrota británica se debió al surgimiento de un líder natural de entre los vecinos de la ciudad agredida: Don Martín de Alzaga; quien adoptando la táctica inglesa utilizada en la primera invasión, ordenó que se colocaran tiradores en los techos, balcones y azoteas de la ciudad y que se armaran barricadas y se cavaran fosos defensivos.
La estrategia implementada dio la victoria a los porteños cuando las tropas de los “herejes” se adentraron por las calles del ejido urbano, convertidas en verdaderas “sendas de muerte”.
Nuevamente en esta ocasión los vecinos de toda clase, edad o condición dieron pruebas de lo que es capaz el arrojo criollo. Las distintas columnas inglesas fueron vencidas con cierta facilidad, quedando un reducto que ofrecía resistencia en el Convento de Santo Domingo, que fue saqueado y profanado por los invasores. Al cabo de dos horas y media de lucha los combatientes de su Majestad Británica capitularon sin condiciones.