8.7.06

NO PICNIC 2


Publicamos la segunda entrega de "Los aspectos religiosos de las Invasiones Inglesas".

Segunda invasión inglesa.
El 28 de junio de 1.807 desembarcaban los ingleses a sesenta kilómetros de Buenos Aires con un ejército de más de 10.000 hombres,estupendamente armados y entrenados. Pocos días después, los diferentes batallones organizados en el interregno de las dos incursiones inglesas al Plata, fueron convocados por las campanas del Cabildo, oportunidad que aprovechó Liniers para arengar a sus soldados exhortándoles a resguardar “los sagrados derechos de la Religión, del Rey y de la Patria”.
Entretanto, los cabildantes convinieron que “el medio adecuado para alcanzar la victoria era implorar la protección del divino auxilio, por la intercesión de nuestro glorioso patrón señor San Martín”.
Liniers concentraba sus tropas en la zona de la Chacarita, mientras que los ingleses lo hacían en los corrales de Miserere. El noble paladín de la reconquista mandaba un oficio al Cabildo en el que manifestaba que “la Providencia, que me ha salvado del inminente peligro en que estuve, tal vez me ha guardado para redimir segunda vez esta ciudad del riesgo que la amenaza”.
Sin embargo, el éxito de la defensa de Buenos Aires y de la consecuente derrota británica se debió al surgimiento de un líder natural de entre los vecinos de la ciudad agredida: Don Martín de Alzaga; quien adoptando la táctica inglesa utilizada en la primera invasión, ordenó que se colocaran tiradores en los techos, balcones y azoteas de la ciudad y que se armaran barricadas y se cavaran fosos defensivos.

La estrategia implementada dio la victoria a los porteños cuando las tropas de los “herejes” se adentraron por las calles del ejido urbano, convertidas en verdaderas “sendas de muerte”.
Nuevamente en esta ocasión los vecinos de toda clase, edad o condición dieron pruebas de lo que es capaz el arrojo criollo. Las distintas columnas inglesas fueron vencidas con cierta facilidad, quedando un reducto que ofrecía resistencia en el Convento de Santo Domingo, que fue saqueado y profanado por los invasores. Al cabo de dos horas y media de lucha los combatientes de su Majestad Británica capitularon sin condiciones.
Los festejos y la algarabía del pueblo eran incontenibles. El Cabildo de Buenos Aires afirmó que la victoria se había obtenido “bajo la advocación del Rosario”. Por ello se debía “nuestro humilde y perpetuo reconocimiento a aquella soberana Madre, cuya poderosa mediación fue sin duda el más poderoso agente para su logro”.
El propio Ayuntamiento decidió celebrar un solemnísimo Te Deum. Siguió otra acción de gracias en San Ignacio con procesión del Santísimo Sacramento en “desagravio de los insultos que sufrió Su Divina Majestad por los malos cristianos y herejes ingleses ... que profanaron varios templos”.
El 2 de agosto se realizó una función en Santo Domingo dedicada con arreglo al acta del Cabildo “por el señor Gobernador y Capitán general a María Santísima del Rosario”, habiendo asistido tribunales, oficialidad, cuerpos y banderas, descargas de artillería y fusilería.
Las ceremonias religiosas de agradecimiento al Dios de los Ejércitos y a Nuestra Señora de las Victorias tuvieron lugar en todo el territorio del Virreinato y aún fuera de él. La noticia del triunfo de las armas del Rey español corrió rápidamente por el continente y se unieron al júbilo nacional varias ciudades de América, que celebraron la ayuda del cielo para con los gloriosos protagonistas, salvadores incuestionables de los dominios de España en Indias.
Conclusión. Fueron tan numerosos los actos de piedad y devoción durante esta epopeya que excedería el marco de esta nota referirse a ellos uno a uno.
La gesta de la reconquista y defensa de Buenos Aires debe servir, pues, para mantener vivo el espíritu religioso y patriótico que movió los corazones de los argentinos de aquél entonces.
En ello juega un papel preponderante la memoria, para que no ocurra lo que señala Machado en sus versos inspirados: “!Hay del pueblo que olvida su pasado/y a ignorar su prosapia se condena!/! Ay del que rompe la fatal cadena/que al ayer el mañana tiene atado!/!Ay del que sueña comenzar la historia/y amigo de inauditas novedades/desoye la lección de las edades/y renuncia al poder de la memoria!”
El auxilio de la Religión y el ejemplo de nuestros héroes serán imprescindibles para que nuestra Patria supere las crisis que la agobian desde hace décadas, teniendo presente el esclarecido pensamiento de don Juan Vázquez de Mella, quien señalaba con agudeza que “sin la unidad moral en ninguna parte y la discordia en todas, nación y patria se extinguen. Sólo quedará el nombre aplicado a un pedazo variable de mapa. Unidad de creencia y autoridad inmutable que la custodie, sólo eso constituye naciones y enciende patriotismos”.

Juan Bautista Fos Medina